De niña, en mi casa me llamaban «la abogada de las causas imposibles»
Por eso no fue de extrañar, que pese a que tenía una clara inclinación a las Bellas Artes, terminara estudiando la carrera de Derecho. Para disgusto de mi padre, quien me auguraba un futuro en la Informática, aunque yo lo viera imposible.
Al finalizar la licenciatura comencé a ejercer la abogacía en las áreas de Derecho Privado y Penal. Dedicando el grueso de mi carrera profesional a esta última (Violencia machista; delitos contra la propiedad intelectual y patrimonial…).
Un día, llegó a mis manos un libro de computación. Quedé fascinada.
Empecé a estudiar programación, ingeniería de software y la aplicación del Derecho en estas.
Mi interés por la Informática no pasó desapercibido. Y pronto comenzaron a llegar a mi despacho clientes perjudicados en la red.
Pero la legislación era escasa, y los recursos aún más. Me decían que jamás conseguiría especializarme en Derecho Informático. Que era imposible.
Pese a ello, seguí formándome, hasta cursar el máster de especialización. Y comenzó mi dedicación profesional en exclusiva en esta maravillosa área.
En los últimos diez años he sido testigo del incremento de los delitos informáticos. De los cada vez más habituales, acosos cibernéticos (ciberbullying; stalking; grooming…) Y de las constantes vulneraciones en materia de propiedad intelectual y protección de datos.
No obstante, aún hoy, parte importante de la población no denuncia, ni se defiende, ni si quiera reclama por sus derechos cuando estos han sido vulnerados en la red. Y ello se debe a factores como la incertidumbre de los costes legales y la aparente indefensión que genera el Ciberespacio.
Y como esto no podía seguir sucediendo, nació Ciberabogada. Un despacho accesible y especializado.
Especializado, sí. Pese a que decían que era imposible.
Yo también veía imposible dedicarme a la Informática, pero aquí me tienen, a su disposición, la abogada de las causas imposibles.
De niña, en mi casa me llamaban «la abogada de las causas imposibles»
Por eso no fue de extrañar, que pese a que tenía una clara inclinación a las Bellas Artes, terminara estudiando la carrera de Derecho. Para disgusto de mi padre, eso sí. Que me auguraba un futuro en la Informática, aunque yo lo viera imposible.
Al finalizar la licenciatura comencé a ejercer la abogacía en las áreas de Derecho Privado y Penal. Dedicando el grueso de mi carrera profesional a esta última (Violencia machista; delitos contra la propiedad intelectual y patrimonial…)
Un día, llegó a mis manos un libro de computación. Quedé fascinada.
Empecé a estudiar programación, ingeniería de software y la aplicación del Derecho en estas.
Mi interés por la Informática no pasó desapercibido. Y pronto comenzaron a llegar a mi despacho clientes perjudicados en la red.
Pero la legislación era escasa, y los recursos aún más. Me decían que jamás conseguiría especializarme en Derecho Informático. Que era imposible.
Pese a ello, seguí formándome, hasta cursar el máster de especialización. Y comenzó mi dedicación profesional en exclusiva en esta maravillosa área.
En los últimos diez años he sido testigo del incremento de los delitos informáticos. De los cada vez más habituales, acosos cibernéticos (ciberbullying; stalking; grooming…) Y de las constantes vulneraciones en materia de propiedad intelectual y protección de datos.
No obstante, aún hoy, parte importante de la población no denuncia, ni se defiende, ni si quiera reclama por sus derechos cuando estos han sido vulnerados en la red. Y ello se debe a factores como la incertidumbre de los costes legales y la aparente indefensión que genera el Ciberespacio.
Y como esto no podía seguir sucediendo, nació Ciberabogada. Un despacho accesible y especializado.
Especializado, sí. Pese a que decían que era imposible.
Yo también veía imposible dedicarme a la Informática, pero aquí me tienen, a su disposición, la abogada de las causas imposibles.
De niña, en mi casa me llamaban «la abogada de las causas imposibles»
Por eso no fue de extrañar, que pese a que tenía una clara inclinación a las Bellas Artes, terminara estudiando la carrera de Derecho. Para disgusto de mi padre, eso sí. Que me auguraba un futuro en la Informática, aunque yo lo viera imposible.
Al finalizar la licenciatura comencé a ejercer la abogacía en las áreas de Derecho Privado y Penal. Dedicando el grueso de mi carrera profesional a esta última (Violencia machista; delitos contra la propiedad intelectual y patrimonial…)
Un día, llegó a mis manos un libro de computación. Quedé fascinada.
Empecé a estudiar programación, ingeniería de software y la aplicación del Derecho en estas.
Mi interés por la Informática no pasó desapercibido. Y pronto comenzaron a llegar a mi despacho clientes perjudicados en la red.
Pero la legislación era escasa, y los recursos aún más. Me decían que jamás conseguiría especializarme en Derecho Informático. Que era imposible.
Pese a ello, seguí formándome, hasta cursar el máster de especialización. Y comenzó mi dedicación profesional en exclusiva en esta maravillosa área.
En los últimos diez años he sido testigo del incremento de los delitos informáticos. De los cada vez más habituales, acosos cibernéticos (ciberbullying; stalking; grooming…) Y de las constantes vulneraciones en materia de propiedad intelectual y protección de datos.
No obstante, aún hoy, parte importante de la población no denuncia, ni se defiende, ni si quiera reclama por sus derechos cuando estos han sido vulnerados en la red. Y ello se debe a factores como la incertidumbre de los costes legales y la aparente indefensión que genera el Ciberespacio.
Y como esto no podía seguir sucediendo, nació Ciberabogada. Un despacho accesible y especializado.
Especializado, sí. Pese a que decían que era imposible.
Yo también veía imposible dedicarme a la Informática, pero aquí me tienen, a su disposición, la abogada de las causas imposibles.